El diagnóstico
La ciencia médica
El diagnóstico ayuda a los profesionales a clasificar la situación que enfrenta, así como a planificar el modo de actuación para solucionarla.
La ciencia médica está en constante evolución por lo que es normal que, a medida que se tiene acceso a nuevos conocimientos, se vayan re evaluando los criterios de aplicación.
Por ejemplo, los primitivos criterios para diagnosticar un infarto agudo de miocardio fueron modificados en la década de 1980 sobre la base de estudiar el resultado de un electrocardiograma, que ganaba en precisión a medida que la tecnología avanzaba, pero pasados los 90 volvieron a modificarse a la luz de que la medición de las enzimas cardíacas arrojaba una mayor precisión aún sobre la patología.
No hay dudas de que es imprescindible mejorar las técnicas del diagnóstico.
El diagnóstico psicológico
Cuando se trata de un trastorno orgánico, la tecnología viene a dar una mano al profesional, pero en el caso de la psicología el tema es algo más subjetivo. No siempre está claro qué es lo que hay que medir.
Dado que no hay una evidencia orgánica medible, es más difícil para la psicología utilizar el verbo «tener» a la hora de atribuir un determinado trastorno.
El profesional atiende al relato de lo que le cuenta su paciente y sobre tal exposición debe emitir un diagnóstico. Intentará evaluar la frecuencia, la duración y los orígenes de los síntomas que el paciente le relata e intentará hacerse a la idea de qué cuadro clínico es el que enfrenta. Y, si puede, le dará un nombre. Es el diagnóstico.
Debe tener especial cuidado en lo que dice, ya que la etiqueta puede ser interpretada por el paciente como una sentencia sin apelación, empujándolo hacia el resto de los síntomas.
Podemos pasar sin solución de continuidad de «presentas algunos indicadores compatibles con la esquizofrenia» a «eres un esquizofrénico». En un chasquido de dedos.
Si el paciente toma el diagnostico como una forma de definición de lo que él es, la batalla ha comenzado perdiéndose.
Pero recordemos que en la ciencia médica el diagnóstico es imprescindible, ya que es la base del tratamiento que se prescribe. De ahí que dar con el diagnóstico correcto sea tan importante.
Mi opinión
A mi modesto entender, el diagnóstico es sumamente importante para el profesional y, tal vez, algo menos para el paciente.
Porque para la persona ajena al saber del profesional de la salud, el diagnóstico no deja de ser un rótulo, una etiqueta, que presupone un montón de cosas.
Para una persona de a pie, el diagnóstico tiene peso y acaba por sumar otros presupuestos, mucha veces erróneos, que están asociados a la palabra que lo define.
Repito que aunque el diagnóstico esté sumamente claro para el profesional, el paciente puede tener algunas dudas. Por ejemplo: la depresión, ¿cuales son los presupuestos que envuelven la palabra? ¿Pesa lo misma la palabra para una persona que tiene parientes cercanos que se han suicidado debido al trastorno, que para una persona que no conoce a nadie que lo padezca?
Personalmente, en mi coaching huyo de los diagnósticos. Según mi opinión, en la práctica del coaching, asumir un diagnóstico es basar la conversación con el cliente en un presupuesto ajeno a lo que me está contando.
Sostengo que en un coaching no directivo no debería existir el diagnóstico porque representa una fecha, apunta en una dirección y, este simple hecho, contradice la definición de «no directivo».
Soy cuidadoso cuando un cliente me cuenta que fue diagnosticado de tal o cual manera. Puede decirme que fue diagnosticado con un un trastorno de ansiedad generalizada o un trastorno de pánico o una ansiedad fóbica. No pongo el foco en el diagnóstico. Le invito a que me cuente qué sensaciones lo llevaron a él o al profesional a nombrar al trastorno.
Y me centro en lo que me cuenta. No contradigo el diagnóstico. Solo le pido que hablemos de lo que él siente.
Porque lo que el cliente me cuenta de lo que siente, la relación que tiene con los hechos que expone, la forma en que el trastorno le afecta a su vida diaria es lo que define a su padecimiento.
El relato de su padecimiento es el trastorno, no el diagnóstico.
La narración pura, con sus palabras. En directo y con el color y el tinte que él quiera ponerle.
Porque durante la conversación, el diagnóstico solo es un filtro que me aleja de la exposición del cliente.
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