Ataques de pánico: un caso de éxito
El caso
Voy a contar un caso de éxito de un cliente con el que hacíamos sesiones de coaching.
Él (era un hombre de mediana edad, eso es verdad, pero no daré más datos) había recibido un ascenso en el trabajo, así que decidió realizar un par de sesiones de coaching para ganar en seguridad.
Quería empezar en el nuevo puesto con el pie derecho y planteaba hacer ese par de sesiones para poner en perspectiva sus nuevas funciones y su imagen. Medir pros y contras y, de esa forma, estabilizar su posición. Había alcanzado una meta importante y no quería empezar mal.
Uno de los miedos que refirió durante la primera sesión fue que quería «tener todo lo más controlado posible para que el estrés no hiciera de las suyas» y que necesitaba prepararse dado que hacía un par de años había sufrido de ataques de pánico, incluso había estado unos meses medicado.
Manifestó que ya los había superado y que desde hacía ese tiempo que no había vuelto a tener ninguno.
Nos centramos en ese miedo. Evaluamos su criterio sobre si el estrés debido a su nueva posición pudiera volver a hacer aparecer los ataques que él temía.
Le pregunté como se definía frente a ese problema y no dudó en decirme.
—Soy un hombre que sufre de ataques de pánico. O por lo menos soy propenso a los ataques.
Me pareció que lo decía con cierta vergüenza, pero mezclada con una pizca de orgullo de poder manifestarlo. Expresarlo de esa forma era todo un triunfo para él.
Le pregunté por qué utilizaba el tiempo presente para definirse, dado que ya había aclarado que hacía un par de años que los ataques no reincidían.
Y volvió a expresar, justamente, el miedo a que vuelvan.
Le pregunté si estaba dispuesto a que en la próxima sesión exploraramos el tema de los ataques de pánico.
Buscando una referencia
Se manifestó de acuerdo así que antes de que abandonara la sesión le pregunté si recordaba los momentos de los ataques de pánico y me dijo que sí, que lamentablemente los tenía muy presentes.
Le pregunté si podía explicarme las sensaciones que se apoderaban de él en esos momentos y expresó que normalmente empezaban con un frío en la nuca que lo paraliza y una sensación de que la muerte le llegaría inminentemente.
Remarcó que eran momentos horribles.
Le pregunté si podía recordar alguna vez en que hubiera empezado el frío en la nuca, pero que no hubiera llegado en que aparecía la sensación de muerte inminente.
La pensó durante un momento. Me dijo que nunca se lo habían preguntado de esa forma. Y recordó una ocasión, en un restaurante, donde el ataque empezó por el síntoma de frío y paralización en la nuca, pero desapareció y pudo continuar con la cena, nervioso, pero controlando.
Le dije:
—Ahí tienes la prueba de que los ataques de pánico no siempre te controlan.
Nos despedimos hasta la próxima sesión, que la habíamos pactado semanalmente.
Cuando acudió a la segunda sesión estaba bastante excitado y con ganas de hablar, de contarme que había hecho memoria y podía enumerar por lo menos 3 casos más en los que el ataque de pánico había solo llegado hasta el frío y sensación de paralización en la nuca.
Exploramos esos momentos. Evaluamos las posibilidades de unos y otros eventos.
y finalmente le dije
—Por todo lo que escuche ya puedes cambiar la forma en la que te defines.
—No te entiendo —me dijo.
—Si mal no recuerdo, te definiste como «un hombre que sufre ataques de pánico».
—¡Ah, sí!
—Pues ahora puedes decir que eres un hombre que sufría ataques de pánico, pero que a veces le ganaba la batalla al ataque de pánico y conseguía evitarlo.
El cambio de narrativa
Fueron solos unos segundos en que estuvo callado, pero una sonrisa franca apareció luego en su boca.
De golpe, esa definición tenía sentido en la forma en cómo se sentía ahora.
Había conseguido cambiar su narrativa.
Los ataque de pánico no solo estaban en el pasado y podía expresarlo en el tiempo verbal correcto, sino que, además, podía enumerar algunos casos en que los había controlado.
Dedicamos dos sesiones más al tema de los ataques, a secas (dejamos de llamarlos «de pánico») y luego volvimos al tema de su ascenso.
Esta persona pudo reformular la narrativa con la que se definía, alejando el miedo a que los ataques de pánico volvieran porque su forma de relacionarse con los ataques había cambiado radicalmente.
Antes de irse llegó a decirme que ya dudaba de fueran ataques de pánico y que si me hubiera consultado durante la época de plenitud de los ataques podría haber utilizado esa técnica para desembarazarse de ellos.
Yo creo lo mismo.
Porque creo en el poder de la narrativa de lo que somos. Y que una nueva perspectiva nos abre nuevos futuros posibles.
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